Estilo Yang
El estilo Yang de Tai Chi es el más conocido de todas las formas de Tai Chi que se practican actualmente.
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Se caracteriza por sus movimientos suaves y relajados, que incrementan el fluido de la energía vital y desarrollan la coordinación y la concentración de la mente, provocando un estado de meditación en movimiento.
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La Escuela ha recibido la enseñanza del estilo tradicional de la familia Yang directamente del Gran Maestro Fu Sheng Yuan, heredero de la quinta generación de la familia, quien trasmite y resguarda los principios internos del arte, que permiten la realización correcta de la forma interna y externa del Tai Chi Chuan (Puño Vacío); Tai Chi Tao (Sable) ; Tai Chi Shien (Espada) y Formas con compañero (Tuei - So y Talu).
El Código de Honor
Ya que el Tai Chi está tomando un destacado lugar en las alternativas de prácticas para la salud, es importante recuperar la esencia y no convertirla en una práctica más que será descartada por no lograr resultados rápidos y baratos. Por esto, es importante comprender que el proceso de aprendizaje es más importante que los resultados, los que inevitablemente llegan a su debido tiempo.
Un código de honor le otorga a la persona que lo cumple, un honor adquirido por valor propio. El código de honor establecido en la Familia Yang de Tai Chi habla de cuatro aspectos.
El primero es DILIGENCIA, consiste en el compromiso de realizar la práctica con dedicación, lo que no significa perfección. La creencia de tener que saber a la perfección el movimiento para poder practicarlo, impide al estudiante cumplir con este aspecto. En cambio, la diligencia es una actitud que permite estar plenamente y a cabalidad en lo que se está haciendo, desde la propia realidad y nivel. También permite desarrollar la concentración mental y hacer del Tai Chi una meditación.
El segundo aspecto es la PERSEVERANCIA, que nos permite mantenernos en el propósito. Por esto, es importante definir, desde el principio, el propósito personal y no esperar pasivamente a ser convencido y obtener un resultado definido desde afuera. Un alumno no es un paciente y debe buscar dentro de sí las razones de su práctica.
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El RESPETO es el tercer aspecto para cultivar, y parte por el respeto al propósito, a la voluntad de querer estar bien; respeto al propio proceso, respetando el tiempo que necesitemos para hacer el aprendizaje, sin expectativas, sin compararnos, sin la ansiedad de tener que rendir ante los demás. También incluye el respeto por los maestros que transitaron el camino, por el compañero que tiene su propio proceso y tiempo, y por los que vendrán después.
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Finalmente, el cuarto aspecto es la SINCERIDAD, la honestidad con el propio propósito, honestidad con el proceso que estamos desarrollando y la transparencia con los demás.
Camino a la Superación
Si profundizamos en estos aspectos, veremos que en realidad estos códigos son actitudes claves, o llaves que nos permiten trascender los aspectos negativos de un ego autodestructivo sustentado en el estrés, en una forma de vivir en la superficie, en un permanente apuro, sin poder disfrutar aún en medio del goce y sufriendo incontables calamidades.
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En definitiva, el estrés conlleva miedo, ansiedad, angustia y desesperación (como dice la canción), y para salir de él se busca el camino fácil, la comparación y competencia con los otros, el consumo de una cosa y otra sin profundizar ni realizar nada, llenándose de diplomas o medallas para sentirse especial o diferente, pero sin lograr nunca detenerse ni saciarse.
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Por el contrario, la práctica del Tai Chi apegada a los aspectos antes descritos nos enseña a transitar el camino de retorno, el camino negaentrópico, que permite salirnos de la entropía de la vida, fenómeno conocido desde tiempos inmemoriales, porque el estrés no es un asunto de la era moderna. El pobre ser de las cavernas, cuando se enfrentaba a un mamut, debió haber experimentado el mismo sentimiento que el desesperado bancario al cual, quizás, a fin de mes, le caducan el contrato.
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La correcta práctica del Tai Chi enseña que existe un camino que viene de vuelta, deshaciendo la ruta del estrés o del sin sentido de una vida que sólo ve la muerte como punto final.